lunes, 12 de marzo de 2012

Los Años 20

Desde finales de los años diez, se fue produciendo lentamente el traspaso, de Barcelona,  la que fuera la primera capital del cine en España, a Madrid, de la principal actividad cinematográfica española. En esta época, España no se encuentra preparada para desarrollar una técnica moderna por la situación económica y cultural del país y por la falta de interés del público, pero a pesar de estas dificultades y del peso de la competencia extranjera (europea y americana), se empiezan a rodar películas. Las primeras manifestaciones son documentales con estampas típicas y cómicas y reportajes sobre actualidades Carente de un sistema organizado de actuación, la actividad productora en el cine español hasta el periodo sonoro, se caracteriza, sobre todo, por un constante ir y venir de empresas que de forma independiente luchan por la supervivencia.
Entre las productoras de esta época, quizás la más activa fuera Atlántida, fundada en 1919 por la actriz, productora y directora  Pilar Sueiro y el  director y guionista Juan Pinzás y bajo la dirección artística de los directores José Buchs, Manuel Noriega y Florián Rey. En los primeros tiempos de la Atlántida, Alfonso XIII estuvo muy ligado a la productora, que mantuvo una continua correspondencia con el monarca para informarle de los sucesos acaecidos en la empresa. El Rey facilitó los rodajes de algunas de sus películas, al conceder los permisos necesarios para que se filmasen escenas en lugares del patrimonio real, como Aranjuez o La Granja de San Ildefonso.
Gracias a esta relación se ha podido conocer la trayectoria de la Atlántida desde su nacimiento hasta su disolución en 1926, al encontrarse en el Archivo General de Palacio la única documentación que sobre esta productora se ha conservado. Entra en declive con la llegada de la dictadura de Primo de Rivera.
Otros productores madrileños como Patria Films, Julio Roesset o Enrique Blanco que decidieron acometer una producción más intensa, volcándose en las historias populares, las zarzuelas, el folklore y el costumbrismo, así como adaptaciones literarias, marcando la línea de lo que sería en su gran mayoría la corriente cinematográfica de esta década. Llevaron al cine obras de Jacinto Benavente, los hermanos Álvarez Quintero, Carlos Arniches, Palacio Valdés, Benito Pérez Galdós y Pío Baroja, entre otros.
No obstante, cabe significar que en otros lugares geográficos también se impulsaron producciones diversas que hablaban de una intensa actividad en todo el país. Muestra de ello fueron las Valencianas Grandes Producciones Cinematográficas Españolas, Maximiliano Thous dirigió títulos como La Dolores (1923) y Moros y Cristianos (1926).
Levantina Films contó con el italiano Mario Roncoroni para sacar adelante sus proyectos.
En el País Vasco, Hispania Films puso en pie el primer proyecto local titulado Un drama en Bilbao (1923), de Alejandro Olavarría.
  En Galicia, mientras el empresario Isaac Fraga producía unos reportajes sobre la guerra de África, Celta Films, con serios problemas, llevó a cabo el rodaje de Maruxa (1923), de Henry Vorins. Un año más tarde, el escritor Alejandro Pérez Lugín adaptó su novela La casa de la Troya, la cual es considerada una de las obras más representativas del cine español de la época, y el director italiano Rino Lupo dirigió Carmiña, flor de Galicia (1926).
Un hecho que confirmó la débil situación de la industria cinematográfica española fue que directores como José Buchs director la verbena de la paloma (1921), que obtuvo un gran éxito por su producción y su puesta en escena ,Don Diego Corrientes (1923), Una extraña aventura de Luis Candelas (1926), El dos de mayo (1927), Pepe Hillo (1928). Florián Rey, en un principio actor al cargo de Buchs y debido a sus dotes como cineasta dio el salto a director con  La revoltosa, (1925), La hermana San Sulpicio, (1927), y especialmente, La aldea maldita, (1930) y Benito Perojo con Para toda la vida (1924), Boy (1925), El negro que tenía el alma blanca (1927), junto con Manuel Noriega y Fernando Delgado resultaran los más activos del colectivo, un sector en el que hay muchas menos películas de las que todos hubiesen deseado.
También fue una época en la que relucieron notables rostros en las pantallas, consolidando un primer star-system español de cierta altura y relevancia, cabe destacar en dicho cuadro artístico el trabajo de María Comendador en La venganza de un marino (1919), Una extraña aventura de Luis Candelas (1926), Valentín Parera en La Condesa María (1927), El negro que tenía el alma blanca (1927), María Luz Callejo, Pedro Elviro “Pitouto”, Juan de Orduña, Fortunio Bonanova, Juan Montenegro y José Nieto, destacaron asimismo Elisa Ruiz Romero “Romerito” en Doloretes, Alma de Dios (1923), El cura de aldea (1926), y de forma especial, Carmen Viance en la ya antes mencionada  La casa de la Troya y Raquel Meller en Los arlequines de seda y oro (1919).
Como siempre a sido, el cine sirvió sin lugar a duda para retratar la identidad del tipo de sociedad que lo llevo a cabo, y obtuvo un papel primordial en el colectivo emigrante, en su gran mayoría gallegos que utilizaron este medio para establecer un vinculo entre sus tierras de origen y las comunidades que emigraron desde España a países de Hispanoamérica  lo que ayudo a que una gran parte de los reportajes audiovisuales de la época fueran realizados por gallegos, este es el caso de José gil quien filmó Nuestras fiestas del mas allá (1928) y un sin fín de reportajes  que mostraban tradiciones y festejos de pueblos que serian estrenados en importantes capitales de Sudamérica.
Es a finales de los años 20 cuando el cine comienza a tener relevancia y empieza a ser valorado por la burguesía y los intelectuales. Se intenta crear un cine de calidad, coincidiendo con los vanguardismos que se están imponiendo en la literatura, en la pintura y en otras manifestaciones artísticas. En ese periodo un Luis Buñuel que emigro a París después de la muerte de su padre, tras haber dejado inconclusos varios de sus proyectos y en colaboración con un Artista contemporáneo, Salvador Dalí, llevo a termino sus inquietudes cinematográficas y estreno lo que sería la primera película de un nuevo género, el surrealismo, con la película Un perro Andaluz (1929). Ambos dirigieron al año siguiente un nuevo trabajo, La edad de oro, todo un manifiesto ideológico en cuya trama no podía faltar religión, sexo , la represión y el deseo, lo que fue un sonado escándalo en París.
La aparición del cine sonoro (1927) sorprende a la industria cinematográfica española, ninguna productora cuenta con medios técnicos, económicos y profesionales. Como respuesta a las nuevas necesidades, surgen CIFESA y Filmófono, En el ocaso de esta década y en tan solo un mes y medio entre noviembre y diciembre de 1929 se rueda en Madrid la que es considerada la primera película sonora producida en España, El misterio de la puerta del sol, dirigida por Francisco Elías Riquelme. A pesar de sus avances tecnológicos la película supuso un fracaso desde el punto de vista económico y solo ha tenido importancia histórica y documental.
Los años veinte representan, pues, para la historia del cine español, sobre todo, un periodo de letargo productivo, en el que no sólo es preocupante la escasez de películas lanzadas al mercado, sino que en modo alguno parecen existir las condiciones mínimas que permitan el asentamiento de una infraestructura industrial, ordenada y eficaz.
Escrito por: Diego Simón
BIBLIOGRAFIA 
http://recursos.cnice.mec.es/media/cine/bloque3/pag03.html
http://www.cinehistoria.com/?p=1847
http://www.espanolsinfronteras.com
Wikipedia

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