Desde
finales de los años diez, se fue produciendo lentamente el traspaso,
de Barcelona, la que fuera la primera capital del cine en
España, a Madrid, de la principal actividad cinematográfica
española. En esta época, España no se encuentra preparada para
desarrollar una técnica moderna por la situación económica y
cultural del país y por la falta de interés del público, pero a
pesar de estas dificultades y del peso de la competencia extranjera
(europea y americana), se empiezan a rodar películas. Las primeras
manifestaciones son documentales con estampas típicas y cómicas y
reportajes sobre actualidades Carente de un sistema organizado de
actuación, la actividad productora en el cine español hasta el
periodo sonoro, se caracteriza, sobre todo, por un constante ir y
venir de empresas que de forma independiente luchan por la
supervivencia.
Entre
las productoras de esta época, quizás la más activa fuera
Atlántida, fundada en 1919 por la actriz, productora y directora
Pilar Sueiro y el director y guionista Juan Pinzás y bajo la
dirección artística de los directores José Buchs, Manuel Noriega y
Florián Rey. En los primeros tiempos de la Atlántida, Alfonso XIII
estuvo muy ligado a la productora, que mantuvo una continua
correspondencia con el monarca para informarle de los sucesos
acaecidos en la empresa. El Rey facilitó los rodajes de algunas de
sus películas, al conceder los permisos necesarios para que se
filmasen escenas en lugares del patrimonio real, como Aranjuez o La
Granja de San Ildefonso.
Gracias a esta relación se ha podido conocer la trayectoria de la Atlántida desde su nacimiento hasta su disolución en 1926, al encontrarse en el Archivo General de Palacio la única documentación que sobre esta productora se ha conservado. Entra en declive con la llegada de la dictadura de Primo de Rivera.
Gracias a esta relación se ha podido conocer la trayectoria de la Atlántida desde su nacimiento hasta su disolución en 1926, al encontrarse en el Archivo General de Palacio la única documentación que sobre esta productora se ha conservado. Entra en declive con la llegada de la dictadura de Primo de Rivera.
Otros
productores madrileños como Patria Films, Julio Roesset o Enrique
Blanco que decidieron acometer una producción más intensa,
volcándose en las historias populares, las zarzuelas, el folklore y
el costumbrismo, así como adaptaciones literarias, marcando la línea
de lo que sería en su gran mayoría la corriente cinematográfica de
esta década. Llevaron al cine obras de Jacinto Benavente, los
hermanos Álvarez Quintero, Carlos Arniches, Palacio Valdés, Benito
Pérez Galdós y Pío Baroja, entre otros.
No
obstante, cabe significar que en otros lugares geográficos también
se impulsaron producciones diversas que hablaban de una intensa
actividad en todo el país. Muestra de ello fueron las Valencianas
Grandes Producciones Cinematográficas Españolas, Maximiliano Thous
dirigió títulos como La Dolores (1923) y Moros y Cristianos (1926).
Levantina
Films contó con el italiano Mario Roncoroni para sacar adelante sus
proyectos.
En
el País Vasco, Hispania Films puso en pie el primer proyecto local
titulado Un drama en Bilbao (1923), de Alejandro Olavarría.
En
Galicia, mientras el empresario Isaac Fraga producía unos reportajes
sobre la guerra de África, Celta Films, con serios problemas, llevó
a cabo el rodaje de Maruxa (1923), de Henry Vorins. Un año más
tarde, el escritor Alejandro Pérez Lugín adaptó su novela La casa
de la Troya, la cual es considerada una de las obras más
representativas del cine español de la época, y el director
italiano Rino Lupo dirigió Carmiña, flor de Galicia (1926).
Un
hecho que confirmó la débil situación de la industria
cinematográfica española fue que directores como José Buchs
director la verbena de la paloma (1921), que obtuvo un gran éxito
por su producción y su puesta en escena ,Don Diego Corrientes
(1923), Una extraña aventura de Luis Candelas (1926), El dos de mayo
(1927), Pepe Hillo (1928). Florián Rey, en un principio actor al
cargo de Buchs y debido a sus dotes como cineasta dio el salto a
director con La revoltosa, (1925), La hermana San Sulpicio,
(1927), y especialmente, La aldea maldita, (1930) y Benito Perojo con
Para toda la vida (1924), Boy (1925), El negro que tenía el alma
blanca (1927), junto con Manuel Noriega y Fernando Delgado resultaran
los más activos del colectivo, un sector en el que hay muchas menos
películas de las que todos hubiesen deseado.
También
fue una época en la que relucieron notables rostros en las
pantallas, consolidando un primer star-system español de cierta
altura y relevancia, cabe destacar en dicho cuadro artístico el
trabajo de María Comendador en La venganza de un marino (1919), Una
extraña aventura de Luis Candelas (1926), Valentín Parera en La
Condesa María (1927), El negro que tenía el alma blanca (1927),
María Luz Callejo, Pedro Elviro “Pitouto”, Juan de Orduña,
Fortunio Bonanova, Juan Montenegro y José Nieto, destacaron asimismo
Elisa Ruiz Romero “Romerito” en Doloretes, Alma de Dios (1923),
El cura de aldea (1926), y de forma especial, Carmen Viance en la ya
antes mencionada La casa de la Troya y Raquel Meller en Los
arlequines de seda y oro (1919).
Como
siempre a sido, el cine sirvió sin lugar a duda para retratar la
identidad del tipo de sociedad que lo llevo a cabo, y obtuvo un papel
primordial en el colectivo emigrante, en su gran mayoría gallegos
que utilizaron este medio para establecer un vinculo entre sus
tierras de origen y las comunidades que emigraron desde España a
países de Hispanoamérica lo que ayudo a que una gran parte de
los reportajes audiovisuales de la época fueran realizados por
gallegos, este es el caso de José gil quien filmó Nuestras fiestas
del mas allá (1928) y un sin fín de reportajes que mostraban
tradiciones y festejos de pueblos que serian estrenados en
importantes capitales de Sudamérica.
Es
a finales de los años 20 cuando el cine comienza a tener relevancia
y empieza a ser valorado por la burguesía y los intelectuales. Se
intenta crear un cine de calidad, coincidiendo con los vanguardismos
que se están imponiendo en la literatura, en la pintura y en otras
manifestaciones artísticas. En ese periodo un Luis Buñuel que
emigro a París después de la muerte de su padre, tras haber dejado
inconclusos varios de sus proyectos y en colaboración con un Artista
contemporáneo, Salvador Dalí, llevo a termino sus inquietudes
cinematográficas y estreno lo que sería la primera película de un
nuevo género, el surrealismo, con la película Un perro Andaluz
(1929). Ambos dirigieron al año siguiente un nuevo trabajo, La edad
de oro, todo un manifiesto ideológico en cuya trama no podía faltar
religión, sexo , la represión y el deseo, lo que fue un sonado
escándalo en París.
La
aparición del cine sonoro (1927) sorprende a la industria
cinematográfica española, ninguna productora cuenta con medios
técnicos, económicos y profesionales. Como respuesta a las nuevas
necesidades, surgen CIFESA y Filmófono, En el ocaso de esta década
y en tan solo un mes y medio entre noviembre y diciembre de 1929 se
rueda en Madrid la que es considerada la primera película sonora
producida en España, El misterio de la puerta del sol, dirigida por
Francisco Elías Riquelme. A pesar de sus avances tecnológicos la
película supuso un fracaso desde el punto de vista económico y solo
ha tenido importancia histórica y documental.
Los
años veinte representan, pues, para la historia del cine español,
sobre todo, un periodo de letargo productivo, en el que no sólo es
preocupante la escasez de películas lanzadas al mercado, sino que en
modo alguno parecen existir las condiciones mínimas que permitan el
asentamiento de una infraestructura industrial, ordenada y eficaz.
Escrito por: Diego Simón
BIBLIOGRAFIA
http://recursos.cnice.mec.es/media/cine/bloque3/pag03.html
http://www.cinehistoria.com/?p=1847
http://www.espanolsinfronteras.com
Wikipedia
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