Época
de Cambios
La
creciente importancia de la televisión había llevado a los estudios
de Hollywood a experimentar con diversas modalidades de pantalla
ancha para combatir el nuevo medio, pero la naturaleza de las
películas no había cambiado significativamente.
A
comienzos de los 60, Doris Day seguía siendo la novia de América.
Pero a finales de la década la estrella de la Day se había
eclipsado casi del todo, viéndose ensombrecida por el nuevo estilo
de películas ejemplificado por Buscando mi destino (Easy Raider ) y
Grupo salvaje ( The Wild Bunch, ambas de 1969 ).
Uno
de los elementos que más contribuyó a acelerar el inevitable cambio
en " la fábrica de sueños " fue la muerte o el retiro de
numerosas figuras clave de la era dorada de la industria
cinematográfica americana. Sam Goldwyn había dejado de producir
películas; y la MGM, empezó a declinar a finales de los 60; la
Universal se centró en la televisión y en la industria turística,
mientras que la Paramount buscó refugio en los brazos del grupo de
compañías Gulf and Western; por su lado la Warner Bros se vio
absorbida por el grupo Kinney. La United Artist, que había comenzado
a existir como consecuencia del intento de cuatro cineastas
independientes de liberarse de las interferencias de los grandes
estudios, paradójicamente se salvó sólo gracias a la protección
de la Transamérica Corporation. Si hubo una película de los años
60 que simbolizó el fin del viejo Hollywood fue Cleopatra (1963),
cuyos costes ascendieron finalmente a 40 millones de dólares.
Cleopatra fue un glorioso canto de cisne del viejo Hollywood, al
igual que su estrella, Elizabeth Taylor, fue uno de los últimos
grandes mitos fabricados por los grandes estudios. Tras el relativo
fracaso de Cleopatra, los enormes rendimientos en taquilla de títulos
tales como Bonnie y Clyde y El graduado, ambas de 1967, confirmaron a
la industria americana del cine que los triunfos estaban cambiando de
manera irreversible.
Tanto
Bonnie y Clyde como El graduado eran obra de actores y directores
formados más en el mundo del teatro de Nueva York que en el cine de
Hollywood.
En
la década de los 60, los profesionales de la televisión fueron
reemplazando poco a poco a los de Broadway o a los formados en los
grandes estudios como nueva cancha de guionistas y directores de
talento para Hollywood. Esto no quiere decir que los talentos
autóctonos de Hollywood desaparecieran en la década de los 60. Pero
apenas surgieron nombres nuevos. En la década de los 60 también
comenzaron a desaparecer los musicales cinematográficos en la
tradición de Sombrero de copa (1935) y Cantando bajo la lluvia
(1952). Los pocos musicales que se rodaron durante este período
fueron por lo general adaptaciones de obras que habían tenido
previamente
éxito en Broadway. La figura cinematográfica clave de la época fue
probablemente James Bond. Los costes de las películas de la serie se
hicieron cada vez mayores; también se alejaron cada vez más de las
novelas originales. Su éxito dio lugar a toda una serie de
imitaciones. Este éxito hizo que en el género de espionaje se
pusiera más énfasis en la evasión que en el realismo. A finales de
los 60 estaba ya claro que las películas más taquilleras eran las
que atraían a los espectadores jóvenes. En el año 1969 se produjo
la aparición de toda una serie de películas que demostraban la
fuerza de esta nueva tendencia. Buscando mi destino, consiguió
enormes
beneficios. Grupo salvaje parecía sugerir que la violencia,
artísticamente mostrada, podía tener también éxito comercial, y
Dos hombres y un destino confirmó la sospecha de que, aunque los
jóvenes podían despreciar a los viejos mitos, necesitaban
urgentemente otros nuevos.
New
American Cinema (Cine
Underground Americano)
En
los EEUU, a partir de la década de los60, la nueva generación de
directores se forman en la televisión. Se trata de unos cuantos
cineastas inquietos por hacer un nuevo cine narrativamente más
independiente que el producido tradicionalmente por Hollywood;
directores como Cassavettes,
Lumet, Mulligan, Penn o Nichols.
Con
figuras como Andy Warhol que tuvo una influencia importante en esa
época. Tras el polémico estreno de Kiss
(1963),
Warhol rodó Sleep
(1963),
un largometraje de seis horas que mostraba el sueño de un hombre. A
los desaforados planteamientos de este creador se fue sumando un
conjunto de colaboradores que lo acompañaron en sus nuevas
creaciones. Figuraban entre ellos Candy Darling, Joe Dallesandro,
Holly Woodlawn y Jackie Curtis. Asimismo, colaboró con Warhol el
músico Lou Reed, presente en títulos como The
Velvet Underground and Nico (1966).
Muchos
de ellos operaron desde Nueva York y crearon el cine
underground, anti
comercial, antihollywood y de vanguardia. Paralelamente, algunos
géneros que requieren grandes inversiones, como las
superproducciones o los musicales, ofrecen sus últimas grandes
muestras.
El
Nuevo Hollywood y el Cine Post-clásico
«Nuevo
Hollywood» es un término utilizado para describir la aparición de
una nueva generación de directores educados en escuelas de cine y
que han absorbido las técnicas creadas en Europa en la década de
los 60. Directores como Francis Ford Coppola, George Lucas, Brian de
Palma, Martin Scorsese, y Steven Spielberg llegaron para crear
productos que rindiesen homenaje a la historia del cine e innovar
sobre los géneros y técnicas ya existentes. Al principio de la
década de los 70, sus películas fueron a la vez alabadas por la
crítica y exitosas comercialmente. Mientras
las
primeras películas del «nuevo Hollywood» como Bonnie
y Clyde y
Easy
Rider habían
sido relativos affairs de bajo presupuesto con héroes amorales y una
sexualidad y violencia incrementadas, el enorme éxito cosechado por
Coppola, Spielberg y Lucas con El
padrino,
Tiburón,
y La
guerra de las Galaxias,
respectivamente ayudaron a establecer el concepto moderno de "cine
comercial" o mainstream, y llevaron a los estudios a enfocar más
seriamente sus esfuerzos en intentar producir grandes éxitos.
«Cine
post-clásico» es un término utilizado para describir al período
que prosiguió al declive del sistema de estudio en los 50 y 60 y el
final del código de producción. Está marcado por una gran
tendencia a dramatizar cosas como la sexualidad y la violencia.
«Cine
post-clásico» es un término utilizado para describir los cambios
narrativos en el nuevo Hollywood. Se argumenta que las nuevas
aproximaciones al drama y la caracterización jugaron con la
expectación de la audiencia adquirida en el período clásico: la
cronología se cruzaría, los guiones presentarían "finales
inesperados" y las líneas que separan al antagonista y
protagonista estarían difuminadas. Las raíces de la narración
post-clásica según Ángel Faretta están en el momento de
auto-conciencia
del
cine, a partir de la película de Orson Wells, Citizen
Kane,
donde por primera vez el cine "se
contempla a si mismo".
Otros declaran que el quiebre podría estar en
el
cine
negro,
en Rebelde
sin causa (1955),
y en la rompedora y atípica película de Hitchcock Psicosis.
Los
géneros todavía conservan la esencia que les ha definido como
tales. Las comedias tienen de protagonistas a Rock Hudson y Doris Day
(Un
pijama para dos, 1962,
de Delbert Mann), a Peter Sellers (El
guateque, 1968,
de Blake Edwards) y, especialmente, a Jerry Lewis (Lío
en los
grandes
almacenes y
El
profesor Chiflado, 1963,
de Frank Thaslin y el propio Lewis), aunque la presencia del maestro
Billy Wilder sigue marcando las diferencias (El
apartamento, 1960,
con Jack Lemmon; Uno,
dos, tres, 1961,
con James Cagney) El musical aborda temas relacionados con el mundo
juvenil y familiar (West
Side Story, 1961;
Sonrisas
y lágrimas, 1965,
de Robert Wise) y comienzan a surgir con más frecuencia —antes ya
había pasado con Elvis Presley- las películas que aprovechan el
tirón popular de los nuevos grupos musicales jóvenes, como los
Beatles, para producir historias como ¡Qué
noche la de aquel día! (1964),
de Richard Lester.
El
cine de terror alcanzó algunos de sus momentos más memorables con
películas como Psicosis
(1960)
y Los
pájaros (1963),
de Alfred Hitchcock, Repulsión
(1965)
y La
semilla del diablo (1968),
de
Roman Polanski, y La
noche de los muertos vivientes (1968),
de George A. Romero. El western
continúa
dando historia con gran fuerza y efectividad como Los
siete magníficos (1960),
de John
Sturges,
y El
hombre que mató a Liberty Balance (1962),
de John Ford.
No
obstante, la reflexión sobre el hombre en el más amplio sentido de
la palabra se impone en trabajos tan diversos temáticamente como El
prestamista (1965),
de Sydney Lumet, La
jauría
humana
(1966),
de Arthur Penn, Danzad,
danzad, malditos (1969)
, de Sydney Pollack. Las nuevas vías creativas, desde un ámbito
independiente y solapado con las iniciativas de los grandes Estudios,
quedan reflejados en varias películas que cierran la década: El
graduado,
de Mike Nichols, Cowboy
de medianoche, de
John Schlesinger, -con sendas magistrales interpretaciones de Dustin
Hoffman, y Bonnie
y Clyde, de
Arthur Penn, y que de alguna manera permanecen en la memoria
colectiva como iconos de un momento socio-cultural de gran relieve.
En
cualquier caso, se consolida un cuadro artístico apoyado en actores
como Jack Lemmon, Walter Matthau, Paul Newman, Robert Redford, Clint
Eastwood, y actrices como Faye Dunaway, Shirley MacLaine, Barbra
Streisand, entre otros, que sirven de transición entre la estrellas
maduras y los jóvenes que va a irrumpir en la década siguiente.
Mucho
más allá de las trayectorias personales de directores consagrados y
de los nuevos creadores, se dieron otras líneas mucho más
marginales que se englobaron bajo la denominación "Cine
independiente americano" (el New American Cinema, el cine
underground), corrientes de vanguardia que quisieron romper con las
temáticas tradicionales.
La
sociedad estadounidense comienza a sentir la fuerza de una generación
que busca abrir nuevos caminos reivindicativos de una nueva
convivencia que se proyectan en los intereses culturales, creativos y
vivenciales. La industria del cine, en gran medida, también siente
cómo el interés de los espectadores por las películas que produce
está provocando que sus cimientos se resientan. La televisión y
otros modos de entretenimiento provocan que determinadas
superproducciones tengan difícil su amortización.
El
cine estadounidense ya ha sentado bases en Europa, produciendo
numerosas películas en Gran Bretaña, Italia y España, con actores
de prestigio internacional (Doctor
Zhivago, 1965,
de David Lean) y los directores más representativos de la época
trabajan tanto en Estados Unidos como en el Viejo Continente (John
Huston, Stanley Kubrick, Orson Welles, John Schlesinger, etc.).
Siguiendo
una pauta marcada en la década anterior, muchos realizadores de los
años sesenta siguieron realizando producciones de bajo presupuesto y
peregrinos planteamientos argumentales. Sin embargo, el cambio social
favorecía otro tipo de contenidos, acordes con la era del pop.
La
llamada generación de la televisión, formada por John
Frankenheimer, Sidney Lumet, Martin Ritt, Robert Mulligan y Arthur
Penn, entre otros, irrumpió con fuerza en el cine comercial, aunque
con resultados desiguales.
Con
una trayectoria más personal, destacaron Sam Peckinpah (Grupo
salvaje,
1969) y Richard Brooks (Los
profesionales,
1966). Mientras tanto, un genio superviviente de la edad dorada,
Billy Wilder, rodaba títulos tan soberbios como El
apartamento (1960),
Uno,
dos, tres (1961)
e Irma
la
dulce,
1963).
El
cambio social se formuló en Estados Unidos en un plano determinante:
el de los derechos civiles. El antirracismo fue apoyado por
Hollywood, y cobró forma en películas como la maravillosa Matar a
un ruiseñor (1963), de Robert Mulligan, Adivina
quién viene a cenar esta noche (1967),
de Stanley Kramer, y En
el calor de la noche (1967),
de Norman Jewison.
Fueron
los años de consolidación de una producción de serie B, que
buscaba el entretenimiento a partir de una raquítica inversión. Se
trata del cine impulsado, entre otros, por Roger Corman, maestro de
toda una generación de profesionales, y piedra angular de la
revolución que se avecinaba en el seno de la industria de Hollywood.
Fueron
también los polémicos años de Confidencias a medianoche (1959),
Amores
con un extraño (1963),
El
prestamista (1965),
¿Quién
teme a Virginia Woolf? (1966)
y El
graduado (1967).
En
definitiva, películas que obligaron al sector de la producción a
revisar definitivamente el código
de
autocensura.
El
cambio fue gradual pero inevitable. Llegó al público con las
producciones neoyorquinas del New American Cinema de los hermanos
Mekas, con las películas de John Cassavetes (Shadows,
1961), con el erotismo desmedido de Russ Meyer (El
valle de las muñecas,
1967), con las extravagancias de Andy Warhol y Paul Morrisey (Flesh,
1968) y con el desencanto bohemio de Cowboy
de medianoche (1969)
y Buscando
mi destino (1969).
Cambiando
los ejes del cine de horror, Psicosis
(1960)
confirmó la capacidad de Hitchcock para consolidar las emociones en
el espectador a partir de una soberbia puesta en escena. Lo mismo
cabe decir sobre Los
pájaros (1963),
donde el maestro inglés apuesta por el fantástico sin perder la
perspectiva realista.
En
todo caso, el cine de género también se dejó llevar por las nuevas
corrientes de pensamiento y por la estética reluciente del pop.
Un
personaje literario, James Bond, creado por Ian Fleming, dio origen a
una de las franquicias más duraderas y atrayentes de toda la
historia del cine. En poco tiempo, proliferaron los imitadores del
agente secreto en las cinematografías de Europa y América. Por
estas fechas, el actor Sean Connery, encarnado de llevar el personaje
a la pantalla, se convirtió en una celebridad.
Recurriendo
a una conocida novela de H.G. Wells, El
tiempo en sus manos (1960),
de George Pal, ofrecía una temible imagen del futuro. Otro argumento
novedoso fue el propuesto por El
pueblo
de los malditos (1960),
de Wolf Rilla, donde los alienígenas encarnaban a su progenie a
través de las mujeres de un pequeño pueblo.
Pero
la verdadera revolución en el género llegó con 2001:
Odisea del espacio (1968),
de Stanley Kubrick. Esta aventura metafísica, plásticamente
asombrosa, ofrecía una versión del desarrollo humano que tiene un
claro componente religioso, si bien oculto tras la parafernalia de
imágenes que conducen al espectador del los albores del hombre a su
último salto en la evolución, convertido en el niño cósmico que
flota en el espacio al final de la película. Por el rigor de su
elaboración y la profundidad de sus contenidos, dicho largometraje
fue pronto considerado ciencia-ficción para adultos, algo parecido a
lo que sucedió con el film ruso Solaris
(1971),
de Andrei Tarkovski.
Escrito
por: Alejandra González Navas y Giuseppe Marconi Jiménez
BIBLIOGRAFIA:
http://www.slideshare.net/pericon52/cine-americano-50-60
http://wazzo.tripod.com/Cine60.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Cine_de_los_Estados_Unidos
http://html.rincondelvago.com/cine-de-los-anos-60.html
http://laurafernandez8.wordpress.com/cine-independiente-americano/
http://www.ojosdepapel.com/Index.aspx?article=3120
http://www.ite.educacion.es/formacion/materiales/24/cd/bloque1/modulo5/pdf/bloque1_modulo5.pdf
http://www.accpar.org/numero5/royoux.htm
http://es.scribd.com/doc/2187633/Breve-Historia-del-cine
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